5 noviembre 2016. 22:25 horas. Social Antzokia. Basauri.
Jean-Albert Morlard, Fundador y Director Ejecutivo Compras y Export de JIOrings
Elena Rayos, Daniel Albadalejo y Cesar Saratxu saludan al público. Se agachan, sudados, extenuados. Acaban de terminar una representación maratoniana de casi dos horas. Los aplausos rebotan sobre las paredes, algunos murmullos empiezan a oírse, muchas sonrisas aparecen en los rostros de una audiencia que recupera también el aliento. La obra REIKIAVIK es buena, muy buena. Y los actores que le dan vida son buenos, muy buenos. Cautivan tanto que, a veces, no se sabe quien, del público o de los actores, está más en tensión.
Por mi parte, esta velada dedicada al teatro y al deporte mental por antonomasia tenía un doble aliciente. Gran aficionado al ajedrez, llevaba mucho tiempo esperando ver esta obra basada en el famosísimo enfrentamiento ajedrecístico de 1972 en Reikiavik entre el estadounidense Bobby Fisher y el soviético Boris Spasski. Este match por el título mundial se había convertido en una metáfora de la guerra fría que para ser justo, lo era sobre todo por el lado de la URSS, país que llevaba 50 años dominando el ajedrez mundial y que lo utilizaba como escaparate de su supuesta superioridad. Por otro lado, tenía también muchas ganas y curiosidad por ver en directo a Cesar Saratxu, que muchos conocen por su papel de Bernardo Marín en la serie televisiva Camera Café.
¿Qué tiene que ver todo esto con las juntas? A decir verdad, con las juntas, poco o nada. Pero con la J de JIOrings, mucho.
El ajedrez me ha enseñado muchas cosas que he podido transponer a mi vida laboral. De hecho, hubo una época en la que llegué a utilizar libros sobre el uso del ajedrez en el mundo empresarial. Poco a poco, gracias también a la inestimable aportación del genial periodista Leontxo García, he ido adquiriendo conceptos y valores que, hoy en día, se han convertido en hábitos. A continuación, detallo algunos de estos valores que valen para cada uno de nosotros y que se utilizan en ámbitos tan diversos como la rehabilitación de presos o el seguimiento de niños con síndrome de Asperger.
Pensar antes de actuar. Parece obvio pero ¿cuantas veces abrimos la boca antes de tiempo o nos dejamos llevar por las emociones del momento? En JIOrings, la experiencia nos ha demostrado que más vale pensarse las cosas dos veces. Eso no impide que se cometan errores pero “un mal plan es mejor que no tener ningún plan” (Frank Marshall). Añade David Bronstein que “jugar una partida de ajedrez es pensar, elaborar planes y también tener una pizca de fantasía”, lo que nos lleva al segundo punto.
Ser creativo. A los niños aprendiendo ajedrez, se les suele enseñar que la línea corta no es siempre el camino más corto. En efecto, cuesta el mismo número de movimientos ir de la casilla A4 a H4 en línea recta que “pasear” por las casillas A4-B3-C2-D1-E1-F2-G3-H4. Hay que ser creativo. “Para competir en ajedrez, es preciso, ante todo, conocer la naturaleza humana y comprender la psicología del contrario” (Alexander Alekhine). Yo siempre he defendido la idea de que un argumento de venta válido para un cliente podía ser contraproducente para otro cliente. Hay que preguntarse qué valor añadido se puede aportar al cliente y, para conseguirlo, numerosos son los caminos pero hay que desarrollar mucha capacidad creativa.
Llevar a cabo estrategias. Es determinante que una empresa tenga una estrategia. En JIOrings, llevamos varios años desarrollando diversas técnicas que nos permiten fijar objetivos a medio plazo y desarrollar acciones concretas para conseguir dichos objetivos. La estrategia debe ser ambiciosa porque “quien no asume un riesgo, nunca ganará una partida” (Paul Keres). Más allá de la estrategia en sí, también es menester involucrar a todas las áreas de la empresa. La conexión de todos los departamentos es imprescindible para que la estrategia sea homogénea. François-André Danican “Philidor”, músico y gran ajedrecista del siglo XVIII, afirmó que “los peones son el alma del ajedrez”. Un siglo más tarde, Wilhelm Steinitz sentenció: “el peón es el más importante instrumento de la victoria”. No se debe dejar a nadie por el camino. Dos peones ligados en la séptima fila son más fuertes que una torre, en otros términos, la unión hace la fuerza, así que nunca hay que olvidar que las cadenas de mando son necesarias pero que las cadenas de personas son indispensables, sea cual sea el papel que uno desenvuelva en la entidad.
Asumir las consecuencias de sus actos. Esta parte es quizás la más difícil de conseguir ya que pocas son las personas que aceptan reconocer sus errores con mera facilidad. Eso nos pasa a todos en la vida cotidiana pero tiene particular relevancia en la vida laboral. El objetivo no es buscar un responsable a tal error, un cabeza de turco a tal fracaso dentro de un grupo. No. El objetivo es mucho más sutil. Cada individuo como pieza del puzzle debe asumir con naturalidad y objetividad que sus acciones van a tener una repercusión futura. De allí la necesidad de pensar antes de actuar como lo subrayábamos en el punto 1. En general, la palabra “consecuencia” suena a algo negativo per no es así. De hecho, la primera entrada del Diccionario de la Real Academia Española define el término como el ”hecho o acontecimiento que se sigue o resulta del otro”. Por lo tanto, una consecuencia puede ser buena pero uno mismo no tiene que asumir sólo las consecuencias buenas sino que tiene que aprender a asumirlas en su conjunto. En otras palabras, no hay que echar pelotas fuera.
Se debe atacar al Rey contrario mientras se defiende a su propio Rey. “La desconfianza es la característica más necesaria de un jugador de ajedrez”, afirmó Siegbert Tarrasch. En JIOrings, sabemos que atacar no es fácil pero que defender es aun más difícil. Cuando empezamos a rodar por las sinuosas carreteras del mundo de la estanqueidad en 2004, no lo teníamos nada fácil pero, en aquella época, la estrategia era el ataque total. Parecía una de estas partidas de Mijail Tal con sacrificios de piezas por la iniciativa. La verdad es que teníamos poco que perder y mucho que ganar. Después de doce años, la situación es más complicada, hemos dejado las partidas tácticas por un juego más posicional. No podemos dejar de cuidar, de atender, de satisfacer a nuestros clientes en detrimento de clientes potenciales. Hay que buscar un justo equilibrio entre la defensa de lo adquirido y la búsqueda de nuevos mercados. Nunca hay que considerar un cliente totalmente tuyo así que, a prospección y desarrollo, hay que añadir seguimiento y continuidad.
No caer en el conformismo. Vassily Smislov vaticinó que “en el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligroso es uno mismo”. Con el paso del tiempo, sobre todo si se han conseguido algún que otro éxito, uno de los peligros que suele asomarse es el conformismo. Como lo hemos subrayado en el punto anterior, no hay que dar nada por definitivo y siempre hay que buscar nuevas metas, nuevos retos. Hay que tener siempre presente que el contrario también tiene recursos, imaginación, creatividad. Es un truismo decir que una partida no se acaba nunca antes de la última jugada pero ¿cuantas veces he oído al salir de la sala de juego?: “La tenía ganada”. Y yo de preguntarme: “Entonces, ¿por qué no la has ganado?” Según Savielly Tartakower, “el vencedor es quien comete el penúltimo error” ya que “una partida de ajedrez se divide en tres etapas: la primera cuando piensas que tienes la ventaja, la segunda cuando crees que tienes la ventaja y la tercera… ¡cuando te das cuenta que vas a perder!” Detrás del tono bromista se esconde una profunda verdad.
Valores y modelos. Para terminar y volver a la obra de teatro Reikiavik y a Cesar Saratxu en particular, deseo hablar de los valores. Cada uno tiene sus propios valores heredados de sus costumbres, de sus familiares y amigos, de la filosofía, de la religión o, ¿cómo no?, del ajedrez, como acabamos de ver. Algunos expertos en inteligencia emocional en el mundo empresarial como Daniel Goleman definen los valores empresariales como una riqueza intrínseca a la empresa ya que es una serie de cosas comunes al grupo de empleados como pueden existir en una familia o en un círculo de amigos. La famosa “private joke” – lo digo en plan “friendly reminder” para que mis compañeros de JIOrings sepan de lo que estoy hablando – es el ejemplo típico de algo que comparte un grupo y que el resto de los humanos no puede entender. En JIOrings, debo decir que siempre hemos intentando cuidar el buen ambiente y, a lo largo de los años, hemos ido adquiriendo una serie de códigos internos que vamos enseñando a los nuevos. “Darle a la C”, “Un día fiti”, “¡Pollo!” son algunas de estas misteriosas expresiones que se pueden oír por la oficina y que no significan absolutamente nada especial fuera de JIOrings. Entre estos códigos, hay uno que tiene particular eco entre nosotros y que involucra directamente a Cesar Saratxu. Se trata de los vídeos que Cesar sacó hace unos años bajo el lema yapecoporti.com. Uno en particular nos hizo y nos hace morir de risa todavía, el de Josefina y de su jefe Ramón García. A tal punto que ponemos el vídeo a cada nueva incorporación al poco tiempo de entrar en JIOrings. Se ha convertido en una especie de rito de iniciación. Siempre comentamos que para estar a gusto trabajando en JIOrings, hay que entender los chistes. Si conectas, entras a formar parte del grupo y empiezas a tener los mismos valores que el resto del grupo.
Para nosotros, Cesar Saratxu es un modelo. Un modelo sencillo. Alguien en quien fijarse para ser un buen compañero. Los modelos no tienen por qué ser premios Nobel de Literatura – si bien pueden serlo -, los modelos sirven para adquirir dotes nuevos o mejorar sus aptitudes. Los modelos no deben ser idolatrados, sino más bien admirados por sus talentos, como si fueran un espejo en el que uno se puede reflejar. Los modelos deben ser una guía para interiorizar valores. Los modelos terminan de tener su función de modelos cuando uno ha conseguido encarrilar su camino y a convertirse a su vez en un modelo.
En septiembre, mi socio-colega-compañero-amigo (¿Modelo? ?) Oscar publicó un post titulado ¿En qué se parecen el amor y los negocios?
Dejo al lector esta máxima de Siegbert Tarrasch que reúne amor y ajedrez: “Yo siempre he sentido un poco de lástima hacia aquellas personas que no han conocido el ajedrez; justamente lo mismo que siento por quien no ha sido embriagado por el amor. El ajedrez, como el amor, como la música, tiene la virtud de hacer feliz al hombre”.
Y para dejar buen ambiente en los pasillos de JIOrings, este último apotegma. Jaque mate.
“Las mujeres no juegan al ajedrez porque no pueden mantener la boca cerrada por 5 horas” (Iván Mórovic).